jueves, 24 de noviembre de 2011

El diario del Sinaia. El nacimiento de la literatura española del exilio

Gonzalo Celorio
Universidad Nacional Autónoma de México y Academia Mexicana de la Lengua

En el Sinaia. Diario de la primera expedición de republicanos españoles a México nace, como he dicho, la literatura del exilio, que habrá de prolongarse por muchas décadas entonces imprevistas y habrá de trascender las generaciones. En el último número, la víspera del desembarco en el puerto de Veracruz, el poeta Pedro Garfias publica su poema «Entre España y México», en el que se truecan los papeles históricos del conquistador y el conquistado:

Qué hilo tan fino, que delgado junco
—de acero fiel— nos une y nos separa,
con España presente en el recuerdo,
con México presente en la esperanza.
Repite el mar sus cóncavos azules,
repite el cielo sus tranquilas aguas,
y entre el cielo y el mar ensayan vuelos
de análoga ambición nuestras miradas.
España que perdimos, no nos pierdas;
guárdanos en tu frente derrumbada,
conserva a tu costado el hueco vivo
de nuestra ausencia amarga
que un día volveremos, más veloces,
sobre la densa y poderosa espalda
de este mar, con los brazos ondeantes
y el latido del mar en la garganta.
Y tú, México libre, pueblo abierto
al ágil viento y a la luz del alba,
indios de clara estirpe, campesinos
con tierras, con simientes y con máquinas,
proletarios gigantes de anchas manos
que forjan el destino de la Patria;
pueblo libre de México: 
como otro tiempo por la mar salada
te va un río español de sangre roja,
de generosa sangre desbordada.
Pero eres tú esta vez quien nos conquistas,
y para siempre, ¡oh vieja y nueva España!
Entre el 26 de mayo y el 12 de junio de 1939, se publicó en edición mimeográfica, a bordo del barco Sinaia, un diario que mantuvo informados a los exiliados republicanos españoles que en él viajaban rumbo a México de los acontecimientos del mundo, de las características del país al que se dirigían y de los sucesos que ocurrían en el propio barco. En sus páginas, y muy particularmente en su último número —en el que se reproduce un poema de Pedro Garfias—, se inaugura la literatura del exilio, antes de que la embarcación haya llegado al puerto de Veracruz.

La lectura de Sinaia. Diario de la Primera Expedición de Republicanos Españoles a México es interesante, dramática, conmovedora. A lo largo de sus 18 números se dan a conocer las noticias internacionales del momento, entre las que destaca el proceso de negociación que desembocaría en la alianza de Inglaterra, Francia y la Unión Soviética contra el fascismo. Se proporcionan informaciones diversas sobre la historia, la cultura, la geografía y el arte mexicanos. Se exponen, número a número, las ideas de Lázaro Cárdenas, extraídas de sus propios discursos políticos, a propósito del trabajo, la reforma agraria, la economía, la educación, las razas indígenas, las mujeres en México y se exalta su figura abierta y generosa en un artículo firmado con las siglas A. S. V., que deben de corresponder al joven Adolfo Sánchez Vázquez. Se publican artículos sobre la Revolución Mexicana y el problema del petróleo, apenas expropiado entonces. Se invita a las actividades académicas, artísticas y de entretenimiento que se organizan a bordo, como conferencias sobre la geografía, la historia, la economía, el arte, la literatura de México; conciertos, recitales de poesía, fiestas, verbenas, exposiciones de dibujos; concursos de poesía, de caricatura y hasta de chotis. Se informa de la localización del barco en la travesía y del estado del tiempo. Se convoca a reuniones de carácter gremial o profesional (médicos, agricultores, ingenieros, arquitectos, maestros, periodistas, escritores, artistas, obreros y técnicos de la construcción, militares profesionales, funcionarios públicos, de banca y de empresa privada). Se publican pequeñas semblanzas de exiliados anónimos —mineros, labradores, zapateros— que participaron heroicamente en la lucha. Se dan las noticias de lo que sucede en el trayecto, como el nacimiento de una niña a quien se le pone por segundo nombre Sinaia o el reencuentro amoroso de una pareja, que, después de tres meses de separación, tiene que aplazar su más íntima anagnórisis hasta llegar a México porque él y ella viajan en camarotes diferentes. Se hacen recomendaciones prácticas, como ahorrar agua o mantener limpios los cuartos de aseo, y se reprueban ciertas actitudes irresponsables de algunos pasajeros, como llevarse los enseres de los comedores a los camarotes, armar en las colas tertulias y discusiones que interrumpen la circulación, ocupar un sitio en la pista sin bailar o llevar niños pequeños a los conciertos.

Los 1800 refugiados del Sinaia no fueron, en rigor, los primeros españoles republicanos que llegaron a México, pues antes que ellos habían desembarcado en Veracruz 327 intelectuales —entre los que figuraban los poetas Juan José Domenchina y su esposa, Ernestina de Champourcin—, que habían viajado a bordo del Flandre. Fueron, sin embargo, los más representativos de la acusada heterogeneidad republicana. En el Sinaia viajaban labriegos, artesanos, mineros, militares de todas las jerarquías, ingenieros, músicos como el maestro Rafael Oropesa —director de la Banda Madrid, fundada en el 36 en el Quinto Regimiento, que amenizaba las noches de la travesía—, escritores como Antonio Sosaya, Benjamín Jarnés, Pedro Garfias, Juan Rejano, filósofos como Adolfo Sánchez Vázquez, pintores como Ramón Gaya, profesores de primera enseñanza como mi querido maestro Isidoro Enríquez Calleja.

De la lectura del Diario se infiere la vida que lleva a bordo esta suerte de república trashumante. Desde luego, se trata de una vida pasajera, como pasajeros son quienes la viven durante la veintena de días que lleva la travesía, pero en ella se reproduce virtualmente, a la manera del cuento «Autopista del sur» de Julio Cortázar, la vida «sedentaria»: en el Sinaia cobra realidad y triunfa, aunque sea provisionalmente, la República.

A los pasajeros los unen ciertamente el dolor de la derrota, el ánimo antifascista, la voluntad del regreso victorioso, pero también los separan sus diferencias políticas, sus luchas partidistas internas y por supuesto las clases sociales que se establecen o se restablecen a bordo. En el barco hay camarotes y comedores de primera, de segunda y de tercera, y si a sus «plazas» y «calles» se les nombra con la nomenclatura urbana de Madrid —La Gran Vía, la Calle de Alcalá—, a la zona de primera clase se le conoce con el elitista nombre de Barrio de Salamanca. Hay de todo en el barco: quienes pasean en pijama de babor a estribor y quienes construyen «chabolas» para protegerse del sol en la cubierta; quienes dedican su tiempo a la educación de los niños o arreglan la ropa de los refugiados y quienes se la pasan escupiendo en la cubierta o echando cáscaras de fruta o cascos de botellas de cerveza por la borda; quienes, sumergidos en sus camarotes, pergeñan poemas o preparan la conferencia que habrán de dictar al día siguiente y quienes se hacen acreedores a la exhortación publicada en el periódico, que dice: «No discutir; razonar: No vociferar, aconsejar.»

Como suele suceder, lo más significativo del Diario son sus páginas editoriales, en las que se fortalece el espíritu de la causa: «¡Que los españoles que van a México no olviden nunca que en España quedan centenas de millares de hermanos en las cárceles, millones de españoles oprimidos y una patria entera que reconquistar!»; se manifiesta la gratitud a México y a su primer mandatario: «En México nos aguardan un régimen progresivo, unas instituciones populares que garantizan a los republicanos españoles, desde el mismo momento de su llegada, un trato de ciudadanos libres. ¡Seamos dignos de esta ayuda generosa de México, apoyando la política democrática del presidente Cárdenas!»; se establecen diferencias enfáticas entre los republicanos y los gachupines: «Nuestra guerra consiguió borrar en el ánimo del pueblo mexicano el odio engendrado por los explotadores de la conquista y que abarcaba, como regla general, a los españoles residentes después en aquellas tierras, en buena parte de los casos, aventureros desaprensivos, sedientos de plata ensangrentada», y, finalmente, se exhorta a la unidad por encima de las diferencias: «No podemos de ninguna manera llevar a México nuestras antiguas luchas políticas o sindicales. Lo que haya quedado sin aclarar lo esclareceremos en España en el momento oportuno. En la república hermana, no. Allí todos somos de una sola condición: antifascistas.»

Lenguas y culturas hispánicas en los exilios

lunes, 21 de noviembre de 2011

La esperanza viaja en barco: 70 años de la llegada del vapor Sinaia a Veracruz


En la mañana del 23 de mayo de 1939, en el puerto francés de Séte, comenzaron a abordar el buque Sinaia —acondicionado apresuradamente para ampliar su capacidad de pasajeros— mil 599 personas que huían de los terrores de la guerra. Se trataba de refugiados españoles que habían salido de su patria unos meses atrás ante el avance de las fuerzas franquistas sobre los territorios del norte de la península, cuando se libraban las últimas batallas de la Guerra Civil española.


Sinaia es el nombre de la población donde se encuentra el castillo de Peles, la antigua residencia de la familia real de Rumania. La reina María amadrinó, a principios de los años veinte del siglo pasado, la botadura de un buque bautizado con ese nombre. A partir de entonces, el vapor Sinaia inició una larga serie de viajes que lo llevaron a recorrer numerosos rincones del mundo. En sus planchas de metal se escribieron historias de migrantes entre Marsella y Nueva York, de peregrinaciones musulmanas a La Meca, de expediciones nudistas recorriendo el Mediterráneo, de soldados franceses en su regreso a casa; pero, a finales de la primavera de 1939, fue el escenario de una historia de solidaridad y esperanza.


Tres años antes, el Frente Popular, en el que convergían todos los partidos de izquierda, había ganado las elecciones. Con ese respaldo político, el gobierno español puso en marcha una serie de reformas, que ya se perfilaban desde el establecimiento de la Segunda República en 1931, tendentes a transformar las estructuras sociales, económicas y políticas del país: reforma agraria y laboral, modernización educativa, reducción de la presencia de la Iglesia en asuntos públicos, etcétera.


Tales medidas incrementaron la división entre los distintos sectores de la sociedad, lo que llevó a España a la guerra civil, que dio inicio el 18 de julio de 1936, cuando las guarniciones fascistas del ejército, encabezadas por Emilio Mola, Gonzalo Queipo de Llano, José Sanjurjo y Francisco Franco, se sublevaron contra la República y proclamaron el estado de guerra. En un contexto de efervescencia política e ideológica que antecedió al inicio de la Segunda Guerra Mundial, los rebeldes lograron el apoyo de la Italia de Benito Mussolini y de la Alemania de Adolfo Hitler; por su parte, los republicanos fueron respaldados por la Unión Soviética y por México.


El gobierno mexicano, presidido por Lázaro Cárdenas, abogó porque el tema español fuera tratado en la Sociedad de las Naciones, pues había adquirido relevancia internacional. Además del respaldo diplomático, México envió armas y alimentos al frente de batalla; algunos mexicanos enriquecieron las Brigadas Internacionales, cuerpos voluntarios de combate a favor de la República y en contra del fascismo; asimismo, el gobierno cardenista se ofreció como intermediario entre España y otros países para la obtención de armamento.


Pero quizá la manifestación de solidaridad más significativa y de mayor trascendencia que el gobierno mexicano ofreció a los republicanos fue convertir a nuestro país en lugar de asilo para miles de personas durante y al final del conflicto. En 1937 ocurrió el primer traslado de refugiados: 461 niños —catalanes y valencianos en su mayoría— enviados por el gobierno republicano fueron recibidos en el puerto de Veracruz y ubicados en la capital de Michoacán; éstos serían conocidos como Los niños de Morelia.


Durante los meses siguientes no se registró arribos notables de exiliados españoles a México; pero esta situación dio un vuelco cuando el dominio de las tropas franquistas se consolidó en la mayor parte del territorio español. Entre el 26 de enero —a un día de la caída de Barcelona— y el 9 de febrero de 1939 —cuando los nacionalistas cerraron definitivamente la frontera catalana—, más de 500 mil españoles, primero civiles y militares heridos y luego soldados republicanos, se vieron obligados a atravesar la frontera hacia Francia. Tras un penoso viaje desde los Pirineos hasta las costas mediterráneas francesas, los refugiados fueron conducidos a centros de control. Sin embargo, estos espacios fueron pronto rebasados y el éxodo republicano tuvo que ser confinado en improvisados campos de concentración, carentes de instalaciones adecuadas para albergar a tan elevado número de personas.


La publicación, el 13 de febrero de 1939, de la Ley de Responsabilidades Políticas, que penalizaba a todos aquellos que se hubieran opuesto y se opusieran al “movimiento nacional”, puso a los refugiados en la disyuntiva de elegir entre volver a la España fascista (y enfrentar la predecible represión gubernamental) o padecer la penuria de los campos de concentración. Afortunadamente, en mayo se vislumbró una tercera alternativa: viajar a México.


Desde 1938, el embajador de la República Española en México, Félix Gordón, comenzó a gestionar el apoyo del gobierno cardenista para recibir a sus compatriotas y permitir que pudieran trabajar libremente en nuestro país en caso de una evacuación masiva. Sus esfuerzos surtieron efecto en marzo de 1939, cuando México inició los trámites para que los refugiados españoles salieran de los campos de concentración franceses. Desde principios de mayo comenzaron a llegar al puerto de Veracruz los barcos Siboney, México, Isere, Orizaba y Flandre con reducidos contingentes de exiliados.


Pero las autoridades republicanas y las mexicanas tenían pensado organizar un plan de evacuación mayor; de modo que, tras seleccionar y preparar las listas de los refugiados que deseaban viajar a México, fletaron un navío capaz de trasladar, lo más pronto posible, a cientos de exiliados al otro lado del Atlántico: el Sinaia.


Los seleccionados llegaron desde los campos de concentración al puerto de Séte el mismo día de la partida, el 23 de mayo. Agobiados por el sufrimiento, el hambre y la derrota, se embarcaron hacia un país que la mayoría de ellos desconocía, pero que tendía la mano ofreciendo solidaridad y esperanza. Campesinos, obreros, artesanos, profesionistas —junto con sus familias—, separados por origen geográfico, formación, posición económica previa, posturas ideológicas, etcétera, iniciaron un viaje que terminaría por hermanarlos en tierras extrañas. Algunos nombres que podían leerse en la lista de embarque ya resonaban o serían conocidos más tarde en diversos ámbitos, tanto en México como en España: Pedro Garfias, Tomás Segovia, Ramón Xirau, José Gaos, Eduardo Nicol, Adolfo Sánchez Vázquez, Julio Mayo, Manuel Andújar y Benjamín Jarnés.


Durante las tres semanas de travesía, incómoda y perturbadora, el nombre del barco se reprodujo: nació un nuevo pasajero, una niña que se llamaría Susana Sinaia Caparrós Cruz; a los pocos días de iniciado el viaje, también apareció el periódico de a bordo, Sinaia, elaborado por un entusiasta grupo de pasajeros, en el que se incluían noticias del mundo (recibidas a través de un aparato de radio), entrevistas e información acerca de México.


Finalmente, el martes 13 de junio a las 5 de la tarde, el Sinaia atracó en el puerto de Veracruz. El gobierno mexicano, sindicatos y diversas asociaciones, prepararon una recepción apoteósica en la que participaron más de 20 mil personas. Para todos los pasajeros, ese emotivo momento significaba el comienzo de una nueva vida.


El puente entre los campos de concentración y México se extendió durante los meses siguientes: el 7 de julio arribó a Veracruz el vaporIpanema, con 998 exiliados a bordo, y el 27 de mismo mes el Mexique trajo otros 2 mil 200. Desde 1937 hasta 1942, se calcula que llegaron a México cerca de 22 mil refugiados. El proceso de incorporación y arraigo a nuestro país, así como su legado, aún vigente, son un capítulo excepcional en la historia contemporánea de México. 




Por Luis Enrique Moguel Aquino 

Investigador del INEHRM

domingo, 20 de noviembre de 2011

María Xipahuatzin, hija de Moctezuma en Cataluña



La última Princesa Azteca que murió de frío.

La historia principesca de una princesa azteca y un noble barón español En tiempos de la Alta Edad Media cuando aún los españoles intentaban colonizar América tuvo lugar un hecho histórico que el tiempo a duras penas ha podido dejar constancia. Allá por el año 1520 en México sucederá una penosa tragedia. El Emperador Moctezuma cayó en manos de su gente y murió apedreado. El pueblo azteca vengó así el hecho de que su Emperador se vendiera a los españoles y les entregara sus riquezas. Antes de su muerte, Moctezuma sospechando que su muerte estaba próxima tomó una decisión fatal, aunque la única opción viable en la mente del Emperador azteca, entregó en custodia a Hernán Cortés, sus tres hijos, los cuales una vez en España hicieron su propia vida. Los documentos que se conservan son unas crónicas escritas por el cronista oficial que viajaba junto a Cortés en su barco. Comenzaremos el viaje de este episodio desde España. Hernán Cortés buscaba valerosos hombres que quisieran tomar parte de la aventura y conquista del Nuevo Mundo y entre los candidatos se subió a bordo de su barco un joven caballero perteneciente a la noble saga de los Grau, cuyo origen familiar comienza en Rossellón, cuando éste aun pertenecía a Catalunya. Joan Grau fue la décima generación de aquella saga familiar. Uno de sus antepasados un tatarabuelo suyo Joan Pere de Guerau(después el apellido deformó en Grau) participó desde 1336 en la reconquista de Valencia para el rey Pedro IV de Aragón el Ceremonioso. En agradecimiento el rey regaló a Joan Pere de Guerau el castillo de Tahus situado al Sur-Oeste de la Seu d’ Urgell sobre el río Talarm, según señala un pergamino custodiado en el archivo de la Corona de Aragón.
Joan Grau el heredero del momento de la saga GrauReconocido caballero de la región y amante de la aventura, decidió tomar parte en la más grande empresa que sus oídos hubiesen escuchado. Miró su entorno y preparó sus armas para la conquista del Nuevo Mundo. Tomó parte de la expedición escogiendo al valeroso capitán Hernán Cortés con quién entabló en poco tiempo gran amistad. Cortés reconoció en él un joven valeroso, fiel y dispuesto a luchar, por tal motivo lo nombró su”lugar-teniente”. Tal rango lo llevó a participar en los episodios más importante de la conquista de México para la Corona Castellana. Los detalles de las crónicas recogen también los hechos acaecidos en la Ciudad de los Aztecas. Moctezuma el último Emperador azteca murió en junio de 1520 apedreado por su pueblo quién lo concideró un traidor y de dar todos las riquezas del pueblo azteca a los españoles. Moctezuma por alguna razón confió en las falaces historias y palabras de Cortés y antes de que pudiera remediarlo se vio en las garras del capitán español y de su pueblo. Moctezuma al ver próxima su muerte entregó en custodia a Cortés a sus tres hijos Xipahuatzin, Tohualicahualtzin y Telicuatzin bautizados después con los nombres de Maria, Pedro e Isabel, para que no murieran en manos del pueblo azteca. Moctezuma le pidió a Cortés que los trajera a España. La suerte que corrieron los hijos del emperador fue distinta. Junto con sus hijos Moctezuma entregó a Hernán Cortés todos las riquezas y el oro que poseía. Tan impresionante y fastuosa era la riqueza del pueblo azteca que los españoles creyeron que aquel lugar era el paraíso perdido.

El edén azteca subió a bordo del barco de Cortés junto con sus hijos para nunca regresar  La historia continúa con el episodio más novelezco que se pueda imaginar en un barco de valerosos conquistadores y toda realidad supera cualquier ficción. Una vez zarparon los españoles rumbo a la península tuvo lugar en el barco una bonita historia de amor. Las crónica del viaje de regreso cuentan que en la nave entablaron una relación amorosa el joven caballero Joan Grau y María Xipaguazin Moctezuma hija del emperador Moctezuma y princesa del imperio azteca. Hernán Cortés nombró a su lugar-teniente Joan Grau responsable de cuidar y custodiar a los hijos de Moctezuma. Al parecer enseguida surgió la atracción entre el caballero catalán y la joven princesa. Corría el año 1528 y cuando el barco llegó a España. Hernán Cortés entregó las riquezas aztecas a Carlos I para sufragar los gastos de las Cortes Catalano-Aragonesa.

Los hijos de Moctezuma hicieron sus propias vidas. Las hermanas Moctezuma partieron rumbo a Catalunya. Se conservan datos importantes que dan crédito a esta intrigante historia de “la princesa azteca y el barón(*) de Toloriu(*)”, historia que pinta como Romeo y Julieta.
Dos nobles familias, dos jóvenes enamorados y un futuro de incomprensión. Maria Xipahuatzin Moctezuma y Joan Grau vivieron juntos en el castillo de Toloriu e intercalaron estancias en la casa Vima, que en azteca significa “Primera Dama” o “Gran Señora”, una casa de campo que está a 1 Km de Béixec, actualmente en constante deterioro. Su hermana Isabel se casará con Pere Grau y vivirá en el castillo de Bar. El heredero Pedro Moctezuma se quedará en el reino de Castilla, será nombrado Conde de Moctezuma a cambio de renunciar a la corona del imperio azteca, también recibirá otros títulos honoríficos. La línea sucesoria pasó a manos de María Moctezuma que reclamó prerrogativas imperiales para ella y para sus descendientes, privilegios que fueron aceptados por las cortes catalanas y por el rey de Catalunya-Aragón. Desde 1536 Maria hizo valer sus derechos de soberana sin que se la pudiera perseguir por encontrarse en territorio catalanoaragonés y no castellano. Maria legó expresamente los derechos sucesorios en testamento otorgado en Toloriu delante de Notario el 7 de noviembre de 1536 y sus hijos y demás descendientes se beneficiaban totalmente de ellos. No consta que Joan Grau y María Moctezuma se casaran oficialmente pero si vivieron juntos y tuvieron un hijo: Joan Pere de Grau-Moctezuma, Barón de Toloriu, nacido el 5 de mayo y bautizado el 17 de mayo de 1536 en la parroquia de Sant Jaume de Toloríu.

Las desavenencias entre María Moctezuma y Joan Grau fueron a más La princesa triste y depresiva se encerró en una habitación del castillo. María enfermó gravemente y un año después de dar a luz a su hijo, murió soltera el 10 de enero de 1537 en Toloriu, según consta en archivo. Fue enterrada en la Iglesia de Sant Jaume de Toloriu. Una placa en su memoria reza: “El Capitulo de los Caballeros de la Corona de la Orden Azteca de Francia a la memoria de la princesa azteca Xipaguazin Moctezuma, esposa del noble Juan de Grau, Barón de Toloriu, fallecida en 1537″.

Los narradores de la época cuentan que la princesa no pudo adaptarse El adverso clima del Alto Urgell, el contraste del edén azteca con aquellas cuatro casas la hundieron en la tristeza. Los cronistas que viajaron al Nuevo Mundo o las Indias, quedaron igualmente de impresionados que los hombres que iban a la conquista, al ver los inmensos tesoros, el oro y las riquezas que no tenían límites en los palacios aztecas. Bernal Díez, cronista de Hernán Cortés describe así el paraíso azteca: “Había cotidianamente la dispensa y la botillería abierta para quienes quisiesen comer y beber. Trescientos o cuatrocientos mancebos con todas las maneras de manjares, así de carne como de pescado y frutas y yerbas que en toda la tierra pudiesen haber”. Y sobre el emperador azteca escribió: “Nunca príncipe del mundo ha tenido más riquezas que él”. María Moctezuma fue enterrada bajo el altar mayor de la iglesia Sant Jaume de Toloriu, con una inscripción en la lápida que decía: “Aquí yace la princesa Maria de Moctezuma Miaguachuchil hija del emperador Diego I Moctezuma de México, mujer del honorable Juan Grau, que Dios perdone. A los diez días andados de enero de mil quinientos treinta y siete”. La historia con un final agridulce nos relata que los lugareños creídos que la princesa azteca había sido enterrada con todas sus riquezas, joyas y monedas de oro, saquearon varias veces su tumba hasta que quedó destruída. La iglesia acaba de ser reconstruida y han colocado un sobretecho para conservar lo que quedaba del original. La leyenda de un supuesto tesoro aún enterrado en alguna parte entre Toloriu y la Casa Vima mantiene viva la esperanza de muchos de que algún día serán ricos.

El hijo de la princesa y Joan Grau, Joan Grau_Moctezuma Vivió en el castillo de Toloriu, se casó con Clara de Albors y tuvieron un hijo al que llamaron Antoni Joan Jaume de Grau-Moctezuma i Albors, Barón de Toloriu, bautizado en la parroquia de Sant Jaume de Toloriu el 21 de septiembre de 1570. Más tarde, Antoni, nieto de la princesa, se casaría con una prima suya Maria de Grau, con la que tuvo tres hijos, uno de los cuales, Jaume, se unió con los Grau de Aragón, y la saga Grau pasó a ser conocida como Gállego-Grau. La Guerra de los Segadores y el bandolerismo medieval motivaron el abandono del lugar.



Placa en la Iglesia Sant Jaume de Toloriu



* Toloriu es un precioso pueblo del Alt Urgell con hermosas casas de piedra. No hay servicios. La villa y la reformada iglesia de Sant Jaume guardan el recuerdo de esta fascinante historia de amor.* Barón o Baronesa es uno de los títulos nobiliarios europeos, con que los monarcas muestran su gratitud a ciertas personas. En la época feudal el título de barón designa a un señor ilustre gozando de todos los derechos feudales en perfecta plenitud.

Cataluña a fondo: el papel clave de México

EL CENTENARIO DEL ORFEÓ CATALÀ DE MÉXICO ES UN SÍMBOLO DE QUE ESTE PAÍS Y CATALUÑA SIGUEN QUERIENDO ENTRELAZAR SUS DESTINOS. LOS CATALANES NO OLVIDAN LA AYUDA A LA REPÚBLICA Y A SUS EXILIADOS, POSIBLE GRACIAS A DÉCADAS DE EXCELENTES RELACIONES. Y EL FUTURO SE PRESENTA HALAGÜEÑO.

POR JOSEP MARIA SOLÉ I SABATÉ

La relación entre Cataluña y México viene de lejos en la historia, pero obviando el periodo del siglo XVIII, en que eminentes catalanes a las órdenes de la dinastía de los Borbones españoles participaron en la colonización de California y otras tierras que actualmente son territorio de los EE.UU., o la más próxima, en 1862, en la heroica, sí, tal y como suena, no intervención del general Prim en una desastrosa aventura europea que pretendía reforzar la ocupación francesa de México, hay que decir que es en el siglo XX cuando los lazos empezaron a hacerse más estrechos.
La primera entidad catalana creada en México fue el Orfeó Català, en 1906. Después de haber participado en el trabajo de reconstrucción de la ciudad norteamericana de San Francisco tras el terremoto que sufrió, un grupo de albañiles catalanes se estableció en la ciudad de México. Era la etapa final de la presidencia de Porfirio Díaz y el país iniciaba una gran expansión. Junto a ellos encontramos a intelectuales, artistas, músicos y personas relacionadas con la industria y el comercio. El Orfeó Català es resultado de una fraternal pertenencia a la misma tierra. Responde, asimismo, a la necesidad sentida de dar salida a la nostalgia, el recuerdo y el sentimiento cultural. En el Orfeó Català se podía expresar con el canto la añoranza de la tierra natal, de la patria lejana.
Era, y es, una entidad interclasista que se vio fuertemente sacudida en cuanto a la actitud que había que tener durante la Guerra Civil, de 1936-1939. Una guerra ciertamente nacida fuera de Cataluña, pero que también fracturó interiormente a la sociedad catalana cuando llegó.
Recibimiento a Josep Tarradellas (en el centro de la foto) poco antes de tomar posesión del cargo de presidente de la Generalitat de Cataluña en el exilio.

Lo mismo ocurrió en el Orfeó Català de México; al fin y al cabo no dejaba de ser, y es, "un trozo de tierra catalana en México". Si bien hubo una apuesta mayoritaria por la Generalitat y la autonomía, las confusas noticias con respecto a hechos de extrema violencia y muertes debido
al estallido incontrolable de la Revolución paralizaron las actuaciones conjuntas más allá de las conductas humanitarias para disminuir los azotes de la guerra.
No obstante, el Orfeó se abocó a organizar tareas humanitarias para intentar paliar el sufrimiento de la Guerra Civil. La primera gestión efectiva fue la tramitación para dar asilo y refugio a los niños huérfanos de la guerra. En diciembre de 1937 se aprobó en asamblea recibirlos y ofrecerles acogida, que se prolongaría durante años. Aquellos niños acabarían siendo conocidos como "los niños de Morelia", en el Estado de Michoacán.
Los estatutos de la entidad no permitían implicarse en política concreta, pero ello no supondría un obstáculo para establecer contactos y comunicarse con los representantes del Gobierno de Cataluña que realizaban tareas de apoyo favorable a la Generalitat republicana, como Josep Carner y Lleó Dalty o, posteriormente, Jaume Miravitlles, por el Comisariato de Propaganda, que conseguiría implicar al Orfeó para que sufragara los gastos que había representado acoger a 20 niños catalanes huérfanos.
La solidaridad humanitaria perduró durante toda la guerra. Recaudar dinero y víveres fue la tarea principal, aunque también servir de cobijo a las delegaciones, de intelectuales y de todo tipo, que fueron a buscar la más diversa solidaridad a México. En una de estas delegaciones
de la Cataluña en guerra, en 1938 viajó a México como representante del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista) Bartomeu Costa-Amic, quien años después se convertiría en uno de los editores más emblemáticos en catalán en el exilio y en un hombre muy vinculado al
Orfeó, del que sería presidente, y de ahí nacería el cabo de la madeja que acabaría llevando al exilio de México al desdichado fugitivo del estalinismo, un hombre clave de la Revolución soviética, Trotski.
Otra acción que dejó profunda huella en la entidad fue la que se produjo con motivo de la gira del Fútbol Club Barcelona por América durante el verano de 1937. Laestancia principal de la gira fue México. Allí, el Barça actuó como elemento propagandístico no solamente de
la Generalitat de Cataluña, sino de toda la España republicana: El Barça provocó un impacto social tan grande que algunos jugadores siguieron su trayectoria futbolística en México, donde se arraigaron para siempre.
Es el caso de Ventolrà. Al mismo tiempo, en el Orfeó se rehicieron el equipo de fútbol y la sección deportiva.El Gobierno de México de Lázaro Cárdenas había prestado todo el apoyo que podía el México de entonces a la Segunda República Española. Pero la clave de la masiva
llegada de exiliados catalanes y españoles a México se basa en una publicación del Diario Oficial de la República, de 10 de noviembre de 1938, en la que se admitía sin límite de cantidad a todos los nacionales de una seriede países y a la que los fugitivos procedentes del final de la guerra civil española se acogieron como tierra de libertad y promisión.
La cifra que se da como más aproximada de catalanesexiliados a México supera los 6.000. Sería más de lamitad del total que fue a América. Poco a poco, se haido conociendo su composición: la mayoría erantrabajadores del campo y de la ciudad, pero la valía depersonalidades destacadísimas en todas las profesiones liberales, en el mundo de la cultura, de la historia, de la ingeniería, de la política de las instituciones catalanas y republicanas en el exilio enriqueció mutuamente a ambas comunidades para fundirse con el tiempo en una sola.
De aquí nacería la idea de ser catalán de México. Pero también hubo exiliados que por edad, posición, actitud o relaciones nunca se acabaron integrando, aunque sí lo hicieran sus hijos, familiares o amigos. Un exilio que, como bien se definió, tenía principio pero no se acabaría
nunca en la conciencia más profunda e íntima de quienes lo vivieron.
Los exiliados aportaron tanto a la sociedad mexicana en todos los órdenes de la sociedad que años después, a mediados de 1950, una pieza clave de su llegada y acogida, el que había sido el presidente de la República, figura mítica en el México del siglo XX, Lázaro Cárdenas,
lo definió con lúcida precisión: "y al llegar ustedes a esta tierra nuestra, entregaron su talento y sus energías a intensificar el cultivo de los campos, a aumentar la producción de las fábricas, a avivar la claridad de las aulas, a edificar y honrar sus hogares y a hacer, junto con nosotros, más grande a la nación mexicana. En esta forma han hecho ustedes honor a nuestra hospitalidad y a nuestra Patria."
La relación de Cataluña y México ha seguido y aumentado en el tiempo en los hijos, nietos, biznietos. También se ha fortalecido gracias a la actuación continua y ambiciosa de entidades catalanas en México y al incremento de intercambios económicos, comerciales, turísticos y
culturales. Además, este lazo se beneficia de las facilidades de comunicación de un mundo cada vez másintercomunicado y globalizado.
* Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad
Autónoma de Barcelona (UAB

viernes, 18 de noviembre de 2011

Compañía Trasatlántica


Antonio López y la Compañía Trasatlántica

Antonio López y López había hecho amistad en Santiago de Cuba, hacia 1849, con Patricio de Satrústegui y Buis. Juntos deciedieron establecer un servicio de cabotaje entre Guantánamo y Santiago, dando una vuelta completa a la Isla. El servicio fue autorizado por el Gobierno central el 5 de marzo de 1851. Para ello utilizaron el vapor de ruedas General Armeroconstruido en Filadelfia y botado el 10 de abril de 1852. En 1853 trasladó su residencia desde la Habana a Madrid y funda la sociedad Antonio López y Compañía para el servicio entre Alicante y Marsella. En 1856 los astilleros de la Denny, en Dumbarton, entregaron los vapores AlicanteMadrid y Marsella. En 1861 se adquirieron el París y el Ciudad Condal. Tras adjudicársele el servicio a las Antillas en ese mismo año, Antonio López traslada la gerencia de la empresa a Barcelona y adquiere los 5 vapores -de unas 1860 toneladas, 400 HP y acomodación para 600 pasajeros en dos clases- CantabriaCanariasEspaña,Santo Domingo e Isla de Cuba.

Vapor General ArmeroLa flota del Atlántico para el contrato (1861/1866):
[Una vez O'Donell firma la adjudicación de la conducción de la correspondencia entre la Península y Cuba, la compañía necesita barcos de mayor capacidad, potencia y velocidad]. El tiempo apremia y hay que preparar la flota del Atlántico para poder cubrir la línea de las Antillas, cosa que no es fácil, pero una vez más la sociedad de A.López y Cía. tiene suerte y decisión. Por problemas financieros se había arruinado la Sociedad Trasatlántica Belga, creada para enlazar con buques de vapor Bélgica y América del Sur, pero las cosas no le habían ido bien y en estos momentos tenían la flota de vapores en liquidación, por lo que una vez más, P.Strustegui se traslada a Amberes e Inglaterra y comprando varios de esos vapores los presenta a las autoridades españolas para su comprobación y aceptación, de acuerdo a lo estipulado en el pliego de condiciones mutuamente aceptado. El primer vapor presentado a reconocimiento fue el Isla de Cuba.
  1. Isla de Cuba: (ex Príncipe Alberto; ex Duque de Brabante) (1961-1877)
  2. Santo Domingo: (ex Leopoldo I) después Santander (1861-1866)
  3. Cantabria: (ex Bélgica) (1861-1871) en que se hundió 05/03 en La Gomera.
  4. Canarias: (ex Constitución) (1861-1871) en que se perdió 03/10 en las Azores.
  5. Isla de Puerto Rico: (ex Vigo) (1861-1886) en que se vendió a Todd E. Hidalgo-Habana.
  6. Villa de París: (ex Lisbonne) se le llamaba "París" (1861-1871) en que se vendió.
  7. Ciudad Condal: (ex Río Janeiro) (1861-1867) en que se perdió cerca de Veracruz.
  8. España: (ex Congreso) (1861-1890) en que se vendió a H.Haynes.
  9. Príncipe Alfonso: (1863-1868) nueva construcción en los astilleros Denny en 1863. Después Guipúzcoa (1869-1890).
  10. Infanta Isabel: (1863-1868) nueva construcción en los astilleros Denny en 1863, después Comillas (1869-1890).
  11. Antonio López: (1866-1882) nueva construcción en los astilleros Denny en 1866, después P.de Satrústegui (1882-1892).
  12. Santander: (ex Santo Domingo) (1866-1871).
(Francisco Garay Unibaso. Correos Marítimos Españoles. Ed.Mensajero)
Las subvenciones oficiales que obtuvo por el servicio posibilitaron su gran expansión que le convertiría en el primer armador español. Se estableció una delegación en Cádiz, en el que sería el puerto base de la flota para las operaciones con América.
El 1 de marzo de 1862 el Cantabria llegó a Tenerife en viaje inaugural desde Cádiz tras cuatro singladuras. Fue despachado para La Habana por la firma La Roche tras rellenar carboneras, hacer la aguada y embarcar víveres frescos. El día 5 el Cantabria con una vía de agua, se vió obligado a varar en San Sebastián de La Gomera y días más tarde se hundió y perdió totalmente. El 29 del mismo mes de marzo arribó el Isla de Cuba y un mes más tarde el Parísdespués de 81 horas de navegación desde Cádiz. En siguientes escalas arribaron a Tenerife el Ciudad CondalEspañaPuerto Rico y Canarias instalándose una naviera entonces, con la del Marqués de Campo, la más importante bajo bandera española.

Constitución de la Compañía Trasatlántica Española:
En 1868 Antonio López revalidó el contrato con lo que asumió un protagonismo destacado durante todo el proceso de la guerra de Cuba. En 1877 obtuvo por tercera vez el concurso de las comunicaciones y un año después se inauguró el nuevo dique seco e instalaciones anexas en la factoría de Matagorda (Cádiz). El 1 de julio de 1881 quedó constituida la Compañía Trasatlántica Española y, a la ya numerosa flota, en febrero del año siguiente se incorpora el nuevo Antonio López, de 3.700 toneladas de arqueo y 113 metros de eslora, tenía acomodación para 1.325 pasajeros en las tres clases tradicionales y, con 4.100 H.P. sobre un eje daba media de 16 nudos. Dado el éxito alcanzado por este espléndido liner, Trasatlántica encargó dos similares y, para la línea de América Central, recibió el Manuel L.Villaverde. Con estos nuevos barcos y la adqusición de la flota del marqués de Campo -once unidades al precio de once millones de pesetas- se contrata con el estado la extensión de la línea desde Cuba a los puertos de VeracruzNueva York y Colón, a cubrir servicios a Marruecos, Guinea y Fernando Poo y, además a crear uno nuevo con los puertos del Plata. Para el servicio con Manila adquirió los "Islas" de la Compañía de Tabacos de Filipinas y, con el San Francisco, antiguo Turia, inició el servicio a los territorios de Guinea. El Buenos Aires fue el primero en lucir la contraseña de Trasatlántica Española en América del Sur y, tras él, otros -MontevideoCiudad de Santander- se incorporaron a la nueva línea regular.

Líneas y construcción naval:
Cuando Antonio López muere el 16 de enero de 1883 la líneas de Trasatlántica se extendían a México, puertos del Mediterráneo y Filipinas, con escalas y agentes marítimos en los cinco continentes. En 1892 tenía siete líneas -tres a América, tres a Africa y una a Filipinas- y 211 agencias en todo el mundo. Además de otros negocios en la banca y la minería , Antonio López fundó su propia industria de construcción y reparación naval. Desde 1863, la compañía disponía en la zona de la bahía de Cádiz algunos terrenos y en 1871 pidió la concesión de otras parcelas de mayor superficie en Matagorda y en 1878 había construido un dique seco, que entró en servicio con la reparación del vapor correo Guipúzcoa. En este dique se construyó en 1881 el vapor Joaquín del Piélago. En apenas tres años de vida la factoría había pasado de tener una plantilla inicial de 200 a 1200 obreros.


Subrogada la Trasatlántica en los compromisos públicos contractuales con los buques de la Compañía de Filipinas, la empresa del Marqués de Comillas cambió los nombres de los buques de la del Marqués del Campo, que todavía se llamaban "Reina Mercedes", "Veracruz", "Barcelona", "Panamá", "Viñuelas" y "Ebro" y que habían arriado en la factoría de Matagorda de Cádiz la contraseña blanca para izar a penol la propia azul; el "Viñuelas" se convirtió en el "San Francisco" y el "Venezuela" nuevo "San Agustín" en homenaje del homónimo recientemente hundido frente a las islas Cíes. El "Ebro" se rebautizó como "Baldomero Iglesias" en recuerdo de un heroico capitán muerto en naufragio. De los originarios buques del Marqués de Campo también se habían perdido el "Manila" naufragado en costas de Puerto Rico y el "León XIII" al que le explotó la caldera en Aden, mientras que el "Asia" y el "Magallanes" habían sido vendidos. Los pequeños buques "Ordóñez" y "Serantes" fueron los últimos barcos que mantuvo el Marqués de Campo en su línea interinsular filipina. En 1880 no aparecen ya en los registros mercantiles ni la naviera ni uno solo de sus buques, que engrosan los pabellones de Trasatlántica que había adquirido también para la línea de servicios con Filipinas los cuatro vapores de la Compañía de Tabacos de Filipinas; "Isla de Luzón", "Isla de Panay", "Isla de Mindanao" e "Isla de Cebú"; el "Isla de Luzón" era en aquel momento el mayor buque mercante bajo pabellón español con más de ocho mil toneladas de desplazamiento. El "Isla de Cebú" se fue a pique en aguas de Galicia en 1889, y el "Isla de Mindanao" sucumbió incendiado en la batalla de Cavite.

Isla de PanayRepatriaciones:

El trágico desenlace de la insurrección filipina, que entrañó el desastre de Cavite y la subsiguiente rendición de Manila, aumentó aún más las necesidades de tráfico marítimo en cuanto a los transportes de carácter oficial de tropas y materiales, agravadas por los problemas de la repatriación. Los primeros convoyes de la Trasatlántica que llegaron a Manila estuvieron integrados por el "Buenos Aires", "P.de Satrústegui", "León XIII", "Isla de Panay" y algunos más. Por su parte también la empresa gaditana Pinillos había montado por su cuenta una línea comercial con los vapores "Manila", "Barcelona" y "Cádiz", unos barcarrones con dos altas chimeneas y que estuvieron poco tiempo cobijados por el pabellón español, pues se vendieron en vista de los resultados económicos poco satisfactorios del ensayo. También tras la pérdida de Filipinas dejó de ser española la titulada Compañía Marítima para las comunicaciones interinsulares que en vísperas de la guerra del 98 poseía una veintena de vapores de pequeño porte como los "Uranus", "Brutus", "Salvadora", "Venus", "Saturno", "España" y "Elcano" que cubrían trayectos con Camarines, Albay, Legazpi, Kingave, Batangas, y Sorsogón. La Compañía Trasatlántica continuó prestando su servicio contractual a Filipinas con Liverpool como cabeza de línea y sus vapores quedaron casi como únicos de bandera española que navegaban aquellas aguas en los últimos años de vigencia de contrato con el Estado. No obstante debe señalarse que la repatriación en Filipinas, en la que tan fundamental papel desempeñaron los buques de la Trasatlántica se prolongaría hasta 1900, porque a las dificultades de adecuación naval, había que añadir el mandato de transportar las expediciones americanas que ocupaban el lugar de las españolas. (José Cervera Pery)
    Vapor León XIII"Al amanecer del 22 de mayo de 1899, continuando aún el mal tiempo zarpamos de Joló y llegamos a Zamboanga a las dos de la tarde. Acto seguido me presenté al general Ríos que estaba a bordo del Puerto Rico y se cambió al León XIII porque aquél ya tenía casi todo el pasaje de cámara embarcado. Dispuso el general Ríos se mandaran 360 indígenas licenciados que el León XIII traía de Joló alUranus y al Alava repartidos en ambos para que estos lo llevasen a la Isabela, lo cual acto seguido se verificó. Creo que es mi deber dar cuenta que la tripulación de cubierta del León XIII y la gente de máquina que tripulaba la lancha vapora que tan bien se ha conducido en la evacuación de Zamboana se aguantaron en los botes, haciendo continuos viajes a bordo de los muelle y playas hasta que embarcaron las últimas fuerzas, sin haber descansado un momento desde la llegada a Joló, ni hacer la más pequeña señal de disgusto, y bien se puede decir que los elementos y gentes del León XIII han sido los que han hecho la repatriación de Joló y evacuación de Zamboanga presenciada y dispuesta por el general Ríos".
(Gregorio Amezaga. Capitán del León XIII. Parte de la evacuación del archipiélago de Joló. Recogido por Carlos Llorca, en su interesante libro sobre la Compañía Trasatlántica)

Rafael González Echegaray (Santander 1923-1985):
Introducción In Memoriam al libro La Compañía Trasatlántica en las campañas de Ultramar (ISBN 84-7823-088-2, Madrid 1990), editado por el Ministerio de Defensa.


vapor Montevideo en Veracruz


Puerto de Veracruz con buques de la Cía. Trasatlántica fondeados

Ser catalán en Veracruz o veracruzano en Cataluña.

JORDI SOLER
El relato catalán

Hay políticos catalanes que solo saben mirarse el ombligo. Pasan por alto que Cataluña ha cambiado de modo vertiginoso, que lleva años abierta al mundo, que ha absorbido de forma irreversible a gente de otros países.


¿Qué es ser catalán? Hace unos meses, una pregunta como esta -¿qué es ser francés?- metió al Gobierno de Nicolás Sarkozy en un berenjenal. A la hora de definir el genio de los pueblos cada persona tiene su idea, cada uno, según su cultura y su experiencia, reduce ese genio a tres o cuatro tópicos, y al final resulta que ser catalán, o francés o mexicano es, como diría Borges, un aYo esta pregunta la respondería desde mi punto de vista: soy hijo de una familia barcelonesa que emigró a Veracruz, México, donde ser catalán consistía en sumar un ramillete de variables tales como llamarme Jordi, oír a Joan Manuel Serrat, seguir los resultados del Barça en el periódico, cantar el Sol solet y el Cargol treu banya, comer butifarras, beber un horrible vino importado del Penedès y hablar catalán, una lengua que, en aquella selva mexicana donde nací, nos dotaba de un lustre exótico.

¿Qué es un país? Una lengua, una docena de afectos, unos cuantos paisajes, sabores y olores


Como mi familia había sido expulsada de España al perder la Guerra Civil, y no podía regresar hasta que muriera el dictador que los había echado, toda la Cataluña que teníamos era ese ramillete de variables, éramos de un país que en aquella selva tenía mucho de imaginario y, como todo esto a mí me sucedía en los años setenta, mucho antes de las Olimpiadas de Barcelona y de los rotundos éxitos del Barça que han puesto a Cataluña en el mapa mundial, había que explicar todo el tiempo qué demonios era eso de ser catalán.Ser catalán en Veracruz era precisamente eso: ser un niño exótico que estaba obligado a explicar, con una frecuencia desesperante, la rara filiación de su exotismo.

Pasé mi infancia y mi juventud explicando que los catalanes veníamos de España, y no de Croacia ni de Bielorrusia, y aclarando que eso que hablábamos era una lengua, y no la manifestación de una patología del habla, y que Jordi era el equivalente catalán de Jorge, y no un diminutivo, ni un apodo ni tampoco, como más de alguno aseguraba, un nombre de chica o de travesti.

Jordi es un nombre que en México se pronuncia con J de Jorge cuando se lee, o que empieza con LL o con Y cuando otro que no se llame Jordi lo escribe. También la otra punta del nombre tiene sus complicaciones: puede ser Jordie o Jordy. De las cartas que voy recibiendo, de personas, bancos e instituciones mexicanas, puede hacerse una nutrida lista: me han puesto Chordi, Yoryi, Yoyis o Yuris, también el shakespirianoYorick o el Llorbi más labial; un caudal de malformaciones que se reconcentró cuando fui diplomático en Dublín y viré hacia el Georgi o el Geordie, cuya sombra wildeana la verdad no me molestaba. Aquel ramillete de variables, con énfasis en mi raro nombre, constituyó mis señas de identidad.

Como no se podía regresar al país de donde venía la familia, llevábamos a cuestas nuestra Cataluña portátil que, eventualmente, se encontraba con la de otras familias catalanas que compartían con nosotros el mismo país imaginario, el mismo relato, un relato que, curiosamente, no difiere mucho de lo que encontré, años más tarde, cuando llegué a vivir a Barcelona, a esa Cataluña que no quiero llamar "real", o "de verdad", porque me parece que, en el fondo, una es tan real, y tan imaginaria, como la otra.

El catalán nacido en Cataluña tiene como referente un ramillete de variables similar al mío, un relato parecido, la diferencia, si se quiere mirar así, sería el metro cuadrado donde ha nacido cada uno, porque al final, ¿qué es un país? Una lengua, una docena de afectos, tres o cuatro paisajes, unos cuantos sabores y olores, y no mucho más. Entre la Cataluña imaginaria donde nací, y la que es ahora mi casa, se arrastra la Cataluña política, ese corpus grandilocuente que parece cada vez más divorciado de eso que se denomina el pueblo catalán y cuyo relato, por la desmesura con que lo amplifican los medios de comunicación, termina siendo la historia oficial de Cataluña, cuando no es más que su relato político, es decir: el relato de unos cuantos que llevan agua a su molino.

Ahora que se aproximan las elecciones vuelven a dejarme perplejo, a mí que soy un catalán de ultramar, las ideas, los conceptos, los discursos de los políticos donde campan el juego de poder con Madrid, el mangoneo de la lengua, la relación con los inmigrantes, las componendas del Estatut, todo pasado por diversos grados de nacionalismo y de independentismo; un estruendoso guirigay del que acaban beneficiándose todos (los políticos, no los ciudadanos).

Si el relato político catalán tuviera la dimensión de una novela (aunque en realidad parezca más un sainete o un esperpento), la independencia de Cataluña sería el gran plot point, el suspense giraría en torno a la pregunta, ¿se logrará la independencia? Un mínimo de observación, de lectura de periódicos y de ir escuchando las declaraciones de los líderes políticos en la radio y la televisión, nos llevaría a concluir (de manera literaria, desde luego) que la independencia no llegará nunca, por dos razones, una económica y otra sociológica.

El independentismo es una industria; hay quien puja por la independencia, hay quien coquetea con ella y hay quien está en contra; es una industria de la que, y contra la que, vive mucha gente; genera empleos y subvenciones, y llena de significado muchas vidas. Es una industria sólida cuya existencia depende, paradójicamente, de no alcanzar su objetivo porque ¿qué pasaría con toda esta industria si se lograra la independencia?

Por otra parte, siguiendo con el análisis de esta novela hipotética, tenemos el sedentarismo, ese rasgo distintivo que hace del catalán una persona profundamente arraigada al metro cuadrado donde ha nacido, que vive siempre en el mismo barrio, en la misma casa, frecuenta los mismos amigos, vacaciona siempre en el mismo sitio, es decir, se mueve poco y una independencia es, para empezar, una mudanza mayor.

Los líderes políticos catalanes, por estarse mirando el ombligo, y defendiéndolo del ataque (real, o no) del extranjero, pasan por alto que Cataluña ha cambiado vertiginosamente, que lleva años abierta al mundo, que ha sido ya colonizada, de manera definitiva e irreversible, por nuevos habitantes que vienen de otros países y que, más pronto que tarde, el alcalde de Barcelona y el presidente de la Generalitat serán, por poner un ejemplo, hijos de ecuatorianos.

Entonces habrá que replantearse, necesariamente, el orden y la intensidad de las esencias de la patria; tendrá que reflexionarse sobre el significado que conceptos como nacionalismo, independentismo, soberanismo, catalanismo, tendrán en el nuevo mapa de Cataluña; un mapa que, por cierto, ya está aquí, que ya es una realidad. Incluso hay formaciones políticas con programas destinados a machacar al inmigrante, lo cual es de una torpeza no solo política, también ontológica y, más que nada, estadística.

A la luz de todo esto tendríamos que preguntarnos nuevamente: ¿qué es ser catalán? De momento no parece que a los partidos políticos les agobie demasiado el tema, se les ve más preocupados por hacerse con el poder, a toda costa, o por conservarlo, que por proyectar un Gobierno que procure el bien de la ciudadanía.

El 28 de noviembre terminaremos votando, como en su momento sucederá en toda España, no por la opción política que nos convenza y entusiasme, sino por la menos gravosa. Aquella Cataluña imaginaria donde nací, agarrado a mi ramillete de variables como a un clavo ardiente, era, al final, más real que esa que nos dibujan todos los días los líderes políticos. La mía estaba asentada en Veracruz. La de ellos en la Luna.

Jordi Soler es escritor. Su último libro es La fiesta del oso (Mondadori).

El País 31/10/2010